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La palabra portada deriva de puerta, lugar de acceso a ese mundo mágico que se esconde entre las páginas de un libro. Da igual que lo escrito roce la fantasía o que se apoye en una sólida investigación documental. Traspasar ese umbral siempre revela un acto que trasciende de nuestra cotidianidad, dando vida en la mente a algo que, en realidad no está.

Las portadas de los libros son como las mariposas, llevas de luz y colores. En este episodio, seguimos hablando del mapa de Anatolia que Cosimo I de Medici encargó a Ignazio Danti. ¿Tenía la geopolítica algo que ver con esa petición? ¿Cuál era la situación política de Florencia, ciudad de los Medici, en aquel momento? ¿Desea tener mi libro dedicado? Escríbeme a anais.bellido@yahoo.com y lo hablamos.

En cierta medida, la portada es como la piel de un libro, lo externo, lo que lo envuelve. Su función es estimular la curiosidad del futuro lector, levantando ligeramente el velo del misterio que se oculta entre sus páginas. Durante el proceso de escritura, barajé varias ideas para la cubierta de ANATOLIA, 6000 AÑOS ATRÁS, sin que ninguna me acabara de convencer, hasta que me topé con el mapa de Ignazio Danti.

A la muerte de Otto von Oppenheim, las piezas de Tell Halaf habían sido depositadas en el museo de Pérgamo, en Berlín. Sin Oppenheim, en una ciudad más preocupada por las consecuencias de la derrota que por las obras de arte, el tesoro quedó olvidado. Además, unos años más tarde, la ciudad quedó partida en dos y el museo quedó en el lado soviético. Se consideró los relieves y estatuas de Tell Halaf, perdidos.

La vida de Oppenheim bajo el dominio del III Reich, sin embargo, no era sencilla y plácida. Además de los rigores que sufre cualquier persona que se encuentra en un país en guerra, estaba considerado como medio judío por las autoridades alemanas, aunque su padre había renunciado a su fe, siendo bautizado y sus hijos, entre los que se encontraba Otto, habían sido educados en el cristianismo. No obstante, tuvo más suerte que otros muchos y no fue deportado. Su tesoro no fue tan afortunado.

Mientras me documentaba para escribir ANATOLIA, 6000 AÑOS ATRÁS, descubrí dos libros, uno en francés y el otro en alemán, sobre este yacimiento y su singular descubrimiento.

Nunca planteé escribir sobre épocas remotas. Mis relatos siempre han tenido ese toque intergeneracional que da nombre a este blog. Me gustaba narrar hechos cercanos en el tiempo, aunque, claro, conviviendo con una persona de casi 100 años, la cercanía temporal, siempre es relativa.

Eso mismo hubiera contestado si me hubieran propuesto escribir un libro como ANATOLIA, 6000 AÑOS ATRAS hace un año. Las vidas pasadas me parecían muy interesantes... pero no eran para mí.

Es curioso escribir sobre un lugar del que apenas sabes nada cuando empiezas a desarrollar la narración. Como diría el Principito "es una rosa como otra cualquiera, porque todas son iguales ". Anatolia era, pues, un punto en el mapa, una rosa idéntica a todas las demás. Al interesarme por aquella tierra desconocida, aprendí a quererla, a dejarme sorprender por ella. Igual que el Principito con su rosa. Por supuesto, había estudiado algo sobre ella en clase de Historia. Sabía situarla en el mapa, pero era una gran desconocida.

Un novela es un viaje. Acompáñame en los entresijos de esta gran Aventura que me llevó a escribir Abrir el Viento

Mi amigo , el geriatra Dr. Carlos Sandoval, ha tenido un buen susto, contrayendo el coronavirus. Reproduzco, con su permiso, un artículo, explicando su experiencia.

Este artículo lo escribí a principios de abril . Se refiere, por tanto, solamente a las vivencias de esas primeras semanas. Todo era nuevo, un tiempo fuera del tiempo, para parar las obligaciones, para convivir y protegernos de una amenaza que no sabíamos muy bien qué significaba en toda su amplitud.