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Mientras me documentaba para escribir ANATOLIA, 6000 AÑOS ATRÁS, descubrí dos libros, uno en francés y el otro en alemán, sobre este yacimiento y su singular descubrimiento.
Tell Halaf estuvo habitado desde el Neolítico, siendo un importante centro cultural, hasta época islámica, momento en que fue abandonado.
A finales del XIX, el territorio en el cual se asienta se encontraba dentro de las fronteras del Imperio Otomano.
Es aquí donde entra nuestro hombre, el descubridor de Tell Halaf: Max von Oppenheim. Sólo la explicación de quién es el personaje ya crea expectación. Descendiente de una rica familia de banqueros judíos alemanes ennoblecida, fue abogado, diplomático, arqueólogo, mecenas y se dice que espía durante la primera guerra mundial. ¡Casi nada!
Podría haber tenido una vida sin sobresaltos en Europa, pero siendo niño quedó fascinado por las Mil y Una Noches, obra que determinaría su vida. En cuanto pudo, tras acabar sus estudios de derecho, viajó a Oriente, donde aprendió árabe y se abrió camino en la diplomacia alemana, buscando alianzas con el Imperio Otomano en detrimento del resto de las potencias europeas.
Sólo sobre esta parte de su vida, ya daría para una película. Pero sigamos avanzando.
Una noche, habiendo sido invitado a cenar por algunos jeques cerca de lo que es hoy la frontera de Siria con Turquía, oyó hablar por primera vez de Tell Halaf. Agudizada su curiosidad, consiguió ser acompañado y pronto se dio cuenta de lo extraordinario que había allí enterrado: restos de la ciudad neo-hitita, tan importante que el nombre del yacimiento se extendió a una cultura, la cultura halaf.
La suerte, sin embargo, no le sonrió. La coyuntura política le complicó la vida: la primera guerra mundial le obligó a abandonar las excavaciones hasta diez años más tarde.
Y sin embargo, el devenir de las piezas encontradas en Tell Halaf tenía que pasar aún por una prueba... de fuego.
Imagen extraída de Wikipedia