Nunca planteé escribir sobre épocas remotas. Mis relatos siempre han tenido ese toque intergeneracional que da nombre a este blog.
Me gustaba narrar hechos cercanos en el tiempo, aunque, claro, conviviendo con una persona de casi 100 años, la cercanía temporal, siempre es relativa.
¿Cómo se me ocurrió empezar un libro que gira en torno a la Prehistoria? La verdad, me pasó como a Celia, la protagonista de ANATOLIA, 6000 AÑOS ATRÁS: me cayó encima.
Había oído hablar de los personajes que tienen vida propia, que imponen a sus autores aspectos de sus vidas. Hasta que no empecé a escribir libros, estaba convencida de que era una forma de hablar, que eso no sucedía así en realidad. ¡Pues ocurre, porque a mí me pasa!
Así que, aquí estoy, me cayó una época encima y allá te las compongas como mejor puedas. El caso es que es un momento histórico fascinante.
¿Por qué no me atrevía?
En realidad, por dos razones. La primera era porque estaba y sigo estando convencida de que hay muchos libros sobre Prehistoria. No veía cómo podía aportar nada nuevo al panorama literario.
Por otro lado, hay pocas certezas. No es como el siglo XIX y el XX, ni mucho menos. Me encantaba ir a la biblioteca o a la librería y saber que habían publicaciones casi sobre cualquier aspecto relacionado.
Con la seguridad de tener el respaldo de un decorado histórico sólido, me sentía en confianza para hacer vivir mis personajes, pues por muy ficticios que fueran, me resultaba sencillo imaginar cómo iban a reaccionar en una situación concreta, que conocía suficientemente gracias a las horas invertidas en documentación e investigación. ANATOLIA, 6000 AÑOS ATRÁS refleja bien ese sentimiento de falta de seguridad. Es el relato de una búsqueda.
Celia busca certezas y no encuentra más que dudas. Quizás es eso mi aportación a los relatos sobre Prehistoria: las dudas, las incertezas que da el no tener esa clave para oír la voz de los que vivieron en aquella época, a través de la escritura. Por eso mismo, es Prehistoria. Suena irónico, para una escritora.